El imperio Zulú: auge y caída
La cuchilla que vence a otras cuchillas con su filo.
Aquél que ruge como un trueno mientras se sienta…
Shaka, un nombre temible que no me atrevo a pronunciar.
El ladrón de brazos largos que roba con violencia,
que siempre
destruye presa de una cólera furibunda,
con su escudo siempre listo en sus rodillas.*
*Poema de alabanza a Shaka, cantado en festivales públicos para invocar al espíritu del gran guerrero.
En la memoria popular persiste, aun hoy en día, aquella imagen cuasi mítica de Shaka kaSenzangakhona como la de un fornido guerrero ferozmente sanguinario, empuñando una lanza en una mano y sosteniendo un escudo en el otro brazo, dispuesto a correr cualquier tipo de riesgo con el solo objetivo de someter a todos aquellos adversarios que se interpongan en sus intereses. Sin embargo, detrás de esa exótica e imponente visión se esconde el legado de una de las civilizaciones africanas más desconocidas que hayan existido: el reino Zulú.
Haciendo uso de los conocimientos adquiridos en el último tiempo, voy a dedicar éste pequeño artículo para describir, aunque sea someramente, el surgimiento, la consolidación y el desmantelamiento del reino Zulú, como así también los rasgos esenciales que caracterizaron a su sociedad.
El surgimiento del reino Zulú
Los orígenes del reino zulú se remontan a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, en la región sur-oriental del continente africano, más precisamente en la zona sur del actual Mozambique, en la provincia sudafricana de Natal. En aquella época este territorio estaba habitado por diversas jefaturas o “mini-reinos” que constantemente se enfrentaban en guerras para someter al otro e imponer su hegemonía. Entre ellas hay que mencionar a los Mthethwa, los Ndwandwe, los Qwabe y los Dlamini.
A fines del siglo XVIII estas jefaturas, estaban desplegando sus bien organizados amabutho* mientras luchaban entre sí por el control del ganado y de la tierra de pastoreo, y competían en el reclutamiento de adeptos. El futuro reino zulú pertenecía a este mundo inestable, de feroces incursiones y robos de ganado.
*Los amabutho eran una especie de milicia mediante la cual los gobernantes de las diversas jefaturas ejercían un control social, económico y político sobre la población. Es decir, eran instrumentos de coerción. Todos los habitantes varones, cuya franja etaria rondara entre los 16 y 30 años, debían cumplir servicio cada 6 meses en esta institución.
Ahora bien, para erigirse como el más poderoso reino, los zulúes tuvieron que sojuzgar a sus rivales, que eran tan ambiciosos y feroces como ellos.
Llegado el año de 1816, un hombre llamado Shaka se apoderó del trono de una pequeña jefatura zulú luego de desplazar a su medio hermano con la ayuda de su señor, Dingiswayo, soberano de los Mthethwa. Al año siguiente, los Ndwandwe sometieron a los Mthethwa, y entonces todo lo que obstaculizaba su dominio de la región completa era la decidida oposición de la pequeña jefatura zulú. Frente a tal situación Shaka aumentó su ejército, mejoró su eficacia y -a través del ejercicio de una hábil diplomacia y de su poderío militar- procedió a extender y consolidar su posición entre los ríos White Mfolozi y Thukela.
Aquellas jefaturas menores que se sometieron sin oponer resistencia fueron incorporadas al floreciente reino y proporcionaron una fuerza de combate adicional a los amabutho zulúes. Mientras que aquellas que se negaron fueron subyugadas y posteriormente esclavizadas.
Un gran aspecto a destacar del gobierno de éste líder fue que desarrolló por completo el sistema de los amabutho, de modo tal que se convirtió, tanto para él como para sus sucesores, en el instrumento central del poder real para mantener unida la estructura política del reino zulú. Dentro del mismo llegó a conformar un cuerpo de más de 50.000 guerreros.
Mientras el poderío zulú crecía, a las grandes jefaturas vecinas se les planteaban tres opciones: resistir, huir o aceptar el dominio zulú. Finalmente, en 1819 los Ndwandwe fueron empujados hacia el norte, más allá del río Phongolo y Shaka tomó el control de su antiguo territorio, transformándose con este acontecimiento en el reino nativo más poderoso de toda África, reuniendo en su territorio a una población de alrededor de 350.000 personas.
No obstante, sus interminables campañas militares y su despótico gobierno condujeron a sus asesinato en 1828 a manos de sus medio hermanos y sus principales nobles. Pero para aquel entonces ya era todo una leyenda, y su figura, incluso en la actualidad, sigue siendo sinónimo de admiración.
Shaka Zulú, creador y primer rey del estado Zulú en la década de 1820, genio militar y feroz conquistador.
La organización del reino
Los zulúes eran esencialmente pastores. La riqueza (en una sociedad que tenía muy pocos medios alternativos para acumularla) se medía en función del ganado, y la propiedad de la tierra no era privada. El ganado poseía una importancia tanto ritual (porque solo a través de su sacrificio se podía pedir algo a los ancestros), material básica (como medio para suministrar leche y alimento a los pobladores), festiva, textil (para la creación de prendas) y armamentística (para fabricar escudos). Por ende, era el eje central a la hora de las negociaciones entre los diversos clanes que conformaban el reino y, además, un objeto muy codiciado en las batallas. Aunque también hay que mencionar que de igual manera labraban la tierra en campos pequeños y dispersos, cuyos principales cultivos eran el maíz, el mijo y el sorgo.
En lo que respecta a su sociedad eran patriarcales. Los hombres estaban encargados de las tareas más prestigiosas: cuidar el ganado, construir y reparar las viviendas, discutir sobre asuntos políticos, y salir a cazar o combatir. En cambio, las mujeres estaban a cargo de labrar la tierra, cultivarla y cosecharla junto con las responsabilidades de los quehaceres domésticos de rutina.
A las comunidades domésticas se las llamaba umuzi y éstas eran el hogar de un hombre casado junto a sus dos o tres esposas y sus hijos. Cada umuzi era circular y estaba construido sobre un terreno seco e inclinado y, además, todas ellas rodeaban al isibaya central o corral del ganado, el lugar en donde se cavaban unos pozos profundos para el almacenamiento del grano durante el invierno. Todas las chozas zulúes eran parecidas tanto en su construcción como en su mobiliario, pero aquellas que pertenecían a las clases dirigentes se distinguían (como en cualquier sociedad) por el lujo de los materiales elegidos y la calidad de la mano de obra. En cambio, la mayoría de las chozas que poblaban el territorio zulú eran circulares y abovedadas (su forma era muy similar a la de una colmena) y estaban construidas con miles de tallos torcidos que se entrelazaban y, como si se fuese un cesto, se unían con paja en su intersección.
Imagen de un umuzi corriente. |
.
Cada umuzi era autosuficiente: se mantenía con su propia fuerza de trabajo y sus recursos. La comunidad doméstica se autoabastecía de carne y productos agrícolas. Todavía había suficiente madera en los territorios zulúes, excepto en las tierras altas occidentales, como para proporcionar combustible y los materiales necesarios para la construcción de chozas. Las prendas de vestir básicas se hacían con la piel del ganado sacrificado (se obtenían pieles más decorativas cazando animales salvajes. Por ejemplo, los guepardos), mientras que los utensilios de cocina y la vajilla se elaboraban con paja, madera y arcilla. El hierro con el que se hacían las armas y las herramientas agrícolas era extraído de minas, fundido y forjado dentro del reino por gente especializada.
La construcción de un discurso sensacionalista para legitimar la ocupación británica
Los historiadores blancos asociaron, tempranamente, a Shaka y al surgimiento del reino Zulú con la espantosa devastación y el derramamiento de sangre que diezmó a la población y convirtió a miles en refugiados aterrados o caníbales desesperados. Fueron los primeros comerciantes blancos en el territorio zulú en la década de 1820, deseosos de implantar los intereses comerciales de El Cabo en el África sudoriental, los que inicialmente popularizaron la idea de que las regiones al sur del Thukela estaban devastadas y despobladas. Desde fines de la década de 1830, los misioneros, que influían mucho en la opinión pública en Gran Bretaña, reforzaron esta imagen. Al igual que los comerciantes, estaban ansiosos por abrir el interior a la misión “civilizadora occidental” y justificaban su intervención con el argumento de que “salvaban” a los africanos de aquello que caracterizaban como una “cultura bárbara y una historia de guerra y destrucción sin sentido”.
La imagen denigratoria de la salvaje sociedad zulú también servía a los propósitos de los colonos británicos que comenzaban a llegar a la colonia británica de Natal, establecida al sur del Thukela a fines de la década de 1840. Si conseguían presentarse como quienes traían la paz a una tierra devastada y despoblada por la guerra, les era posible eliminar fácilmente cualquier sentimiento de culpa que les pudiera suscitar como colonizadores.
Los funcionarios coloniales británicos en Natal entonces continuaron, a través de sus escritos, reforzando el estereotipo de las violentas conquistas y guerras de exterminio que realizaba Shaka, reciclando rumores de manera acrítica y añadiéndole tintes sensacionalistas. Además, debido a que la evidencia empírica era muy escasa fue relativamente fácil reforzar los ya establecidos estereotipos culturales zulúes, frente a los cuales la “supuesta superioridad blanca” podía medirse ventajosamente. El resultado final de esta construcción ideológica fue el aval casi unánime por parte de la población británica para disolver el reino Zulú y anexarlo al imperio, ya que no podían tolerar la amenaza que representaba un pueblo guerrero como el Zulú, que había constituido un verdadero imperio. Comenzaba así uno de los enfrentamientos bélicos más resonantes del siglo XIX.
La guerra anglo-zulú
Al producirse en 1879 la invasión británica sobre territorio Zulú, la población alcanzaba unas 300.000 personas y vivía en algo así como 85.000 chozas o 21.250 umuzi. El 45 por ciento de esta población era masculina (un máximo de 135.000 personas) y la fuerza nominal de los amabutho era de 40.000 hombres aproximadamente, con una reserva de unos 10.000 más.
El inicio de las hostilidades se produciría el día 22 de enero en Isandlwana, luego de que el 11 de diciembre de 1878 los británicos enviaran un ultimátum al rey zulú Cetshwayo para que disolviera el imperio.
El contingente británico, liderado por el teniente coronel Lord Chelmsford, enviado al continente estaba compuesto por una fuerza nominal de 16.800 hombres divididos entre la caballería, la infantería y el cuerpo de voluntarios de Natal, sumado a las ventajas que implicaba el poseer un armamento muchísimo más avanzado que el de los zulúes. Tras el arribo de las tropas el día 11 de enero y luego de once días de espera, en los cuales diversas columnas del ejército británico iban adentrándose cada vez más en el territorio enemigo, una división nativa formada por unos 20.000 guerreros divisó y atacó a una columna británica compuesta por 1800 hombres. Los zulúes estaban armados principalmente con lanzas y escudos de piel, mientras que los soldados ingleses contaban con modernos fusiles y cañones. Sin embargo, a pesar de la enorme ventaja en tecnología militar, el resultado final de este primer encuentro se saldó con la victoria de las milicias guerreras zulúes. Los británicos, mal dirigidos en la batalla, sufrieron más de 1700 bajas contra un poco más de 1000 de sus contrincantes. Solamente 53 militares ingleses lograron escapar. La guerra, tan deseada por el bando colonialista, había iniciado así con un duro golpe, signo de que no sería nada fácil someter al bando Zulú.
Isandlwana representó la primer derrota de un ejército británico en África, y una de las peores derrotas militares de su historia, dañando enormemente el prestigio y honor británicos. Por esta razón, la batalla pervive aún hoy en la memoria colectiva del pueblo Zulú como una gran gesta en contra de la futura colonización de su territorio.
Batalla de Isandlwana.
Luego del combate, el ejército de Gran Bretaña tuvo que replegarse y esperar la llegada de refuerzos para una nueva ofensiva que implicara la movilización de mayores tropas en una segunda invasión al territorio. Habrían de transcurrir más de dos meses para que esto ocurriese nuevamente. En esta oportunidad el ejército británico estaría compuesto por más de 25.000 soldados. Y, a pesar de la inferioridad numérica, fueron ellos esta vez quienes se alzaron con la victoria en la batalla de Hlobane el 28 de marzo, y de Khambula al día siguiente. A partir de allí, el avance británico sería arrollador hasta la toma final de la capital Zulú en Ulundi, nombre con el se conoció a la última gran batalla librada entre ambos oponentes el 4 de julio de 1879 y que significó la derrota total de los zulúes, con el posterior exilio del rey Cetshwayo.
Mapa de la guerra anglo-zulú con sus principales batallas. |
Después de esa batalla, la mayoría de los generales zulúes se rindieron. Cetshwayo fue capturado finalmente el 24 de agosto y enviado a Ciudad del Cabo en donde formalmente se rindió ante las autoridades británicas. Luego de esto el reino Zulú fue disuelto y repartido entre once nuevos jefes (incluyendo al rey depuesto) bajo jurisdicción inglesa para evitar un nuevo rearme.
Palabras finales:
El reino Zulú desempeñó un papel relevante en la historia de Sudáfrica durante los siglos XVIII y XIX. Una vez desmantelado, en el siglo XX, y bajo el régimen del apartheid impuesto por las autoridades coloniales, los integrantes de éste pueblo fueron calificados como individuos de segunda clase, siendo segregados y discriminados racialmente. Hoy en día representan el grupo étnico más numeroso del país (con 4 millones de personas) y poseen igualdad de derechos ante la ley. El hecho de haberme topado con su historia significó una experiencia muy enriquecedora en lo personal y, más allá de que no me alcanzarían las palabras para describir todo lo que éste pueblo me genera, solo quiero resaltar la fortaleza que tuvieron cada uno de sus integrantes a la hora de resistir la injusticia que significó el haber sido despojados de sus tierras y de lo más sagrado que puede poseer un ser humano, su dignidad, en manos de gobernantes extranjeros cuyos intereses solo radicaron en la expoliación de los recursos del país y el avasallamiento de sus pobladores. Sin lugar a dudas, los verdaderos ganadores fueron los zulúes, y su legado de lucha seguirá viviendo en la memoria de cada uno de los descendientes de aquellos guerreros que con honor y valentía supieron luchar por lo que, justamente, les pertenece y forma parte de ellos en la actualidad: la nación del arcoíris.
Fuentes:
Bibliografía:
Laband John, “Zulu civilians during the rise and the fall of the Zulu kingdom, c. 1817-1879”, en Daily lives of civilians in wartime Africa, Durban, University of Kwazulu, Natal-Press, 2007.
Fuze Magema, The Black People and Whence They Came: A Zulu View, traducción. H. C. Lugg, ed. A. T. COPE, Pietermaritzburg y Durban, University of Natal Press y Killie Campbell Africana Library, 1979, pp. 50, 53.
Autor:
Aranda, José Javier.
Universidad de Buenos Aires
Facultad de Filosofía y Letras
Carrera de Historia
Buenos Aires, julio de 2020.
Comentarios
Publicar un comentario